Por el Doctor Roland Bargsted Herrera
Hace un año la ONU instauró el 2 de Abril como Día Mundial del Autismo, en un afán de crear conciencia, acerca de la creciente prevalencia en el diagnóstico de los trastornos del espectro autista. Éstos han elevado sus tasa a nivel mundial, impactando en los que la padecen, en ausencia de proyectos de vida por discapacidad psíquica, altos costos sociales y desorganización familiar.
Muchas personas han luchado investigando e ideando estrategias de tratamiento. Otras, en Agrupaciones, han cautelado que la concienciación de autoridades, líderes, comunidad científica y público en general, dejen de reconocer a las personas afectadas como “ciudadanos invisibles”, promoviendo su plena integración y asegurando su lugar en nuestra sociedad a lo largo del ciclo vital.
El siglo XXI nos halla con muchos más conocimientos y experiencias, para explicar mayor sensibilidad diagnóstica que antaño e hipotetizar sobre una variedad de causas genéticas, inmunológicas y neuroquímicas cerebrales, que han sido involucradas al estudiar esta patología y que tendrán a mediano plazo implicancias terapéuticas concretas.
Pero; ¿quiénes son estos niños cuyos particulares patrones conductuales llaman la atención desde la temprana infancia? Desde los con síntomas más leves a los más severos, muestran una considerable alteración de la reciprocidad en la interacción social y la comunicación verbal y no verbal. Presentan patrones de juego repetitivos y destrezas imaginativas rígidas y restringidas. También denotan apegos anormales a objetos, son resistentes a cambios ambientales y manifiestan una respuesta exagerada a estímulos sensoriales. Habitualmente poseedores de una inteligencia normal o alta, no logran ponerla al servicio de la comunicación e interacción. Al contrario, se abocan a abordar la rutina de construir un mundo propio a espaldas de la realidad.
Sus familiares ven con incredulidad primero y desencanto después la crudeza del diagnóstico que les impone el desafío de una larga tarea que no debe admitir claudicaciones. El niño autista crece y se hace adulto. Bien guiado en su mundo paralelo aspira a alcanzar logros que años antes pudieron haber sido inimaginables. Hoy hay más recursos farmacológicos, conductuales y organizacionales, agregados a un lento retiro de actitudes discriminatorias, todo lo cual aborda un terreno más fértil para sembrar las semillas de la rehabilitación.
La estimulación cercana y constante puede revitalizar sus movimientos desdeñados y estereotipados, haciéndolos participar en actividades cotidianas constructivas. Rayos de luz, que en una atmósfera de afecto, traspasen esa mirada vacía, lejana e impenetrable , iluminando y gratificando insondables fantasías que se han alojado como privilegiados huéspedes vitalicios en su cerebro.
quinta-feira, 9 de abril de 2009
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1 comentário:
Excelente artículo!!!,...me encantó, y es verdad uno puede lograr cosas inimaginables con nuestros hijos o familiares con autismo.
Los invito a leer la historia de Danko: mi hijo de 22 años con autismo, como ha ido pasando desde su niñez a la fecha por miles de experiencias.
Besos y abrazos desde Perú.
Viviana.
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